La misma en su juego de espejos, me permite aún seguir viendo a ese niño de los años 50 del siglo pasado disfrutando en el escritorio de la farmacia de su padre, mientras recortaba de los diarios figuras de Tarzán y El Fantasma para pegarlas goma arábiga mediante preparada casera, en otros escenarios diferentes a los naturales de sus aventuras.
Con el paso del tiempo a esos bizoños collages la vida los fue hermanando a una suerte de rompecabezas, desde donde la inocencia y los recortes aleatorios construyeron piezas a través de ese mágico juego que solo el collage y su estrategia permite vivenciar y disfrutar.
Hoy y luego de tantas décadas en el mismo… uno asume que al fin y al cabo más allá de consideraciones históricas, conceptuales o estilistas el mismo no deja de siempre ser un lúdico y maravilloso recorte y pegue...
