Era una tardecita de invierno, luego de ordenar en cajas libros y trabajos como para una prolija y metodica mudanza puso sobre una de ellas un sobre.
En ese momento pensó que a diferencia de tantas otras veces, donde desaparecía sin señales ni palabras, se iba con una explicación.
Tomó en la Plaza un omnibus a Montevideo llevando una mochila pequeña con una botella de agua y algunas pastillas y en la Terminal Río Branco se bajó.
Cruzó la rambla y escabullendose entre unos camiones que ingresaban al puerto se metió rumbo al muelle.
Una vez adentro buscó esconderse de la guardia por unas horas hasta que la noche y la neblina portuaria se abracen.
Entre contenedores halló un escondite donde se refugió y allí, casi de manera ritualistica, empezó a recordar a sus parejas, a sus hijos, nietos, amigos, familiares ya desaparecidos, vecinos, recordándolos con alguna historia que
había protagonizado con cada uno de ellos, para seguir con un mea culpas por errores diversos, por no haber sabido amar, por no haber aprendido a sentir afectos profundos, por haber fracasado en los cientos de intentos por cambiar esa situación, que lo fueron destrozando por dentro como una rata viva andando y comiéndolo poco a poco...
La noche ya era noche... miró al cielo sin saber que buscar ni pedir y sacando de la mochila algunas pastillas con un sorbo de agua se las tomó, dejó la botella y la mochila donde irestaba escondido y caminó sigilosamente hacia un cercano barco se sentó entre el muelle y ese barco y se dejó caer al agua como una bolsa insensible, sin ruido.
La Pena.
2015
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